24 de abril de 2009

CHEMA MADOZ en CONOCIENDO A UN FOTÓGRAFO

1958 Madrid.
Es el gran maestro de lo cotidiano, al emplear un leguaje poético que eleva al objeto a la categoría de sublime. Su exposiciones y galardones son numerosos, tanto dentro como fuera del territorio español.

Su particular manera de entender y de ver los objetos, es decir lo cotidiano, roza en numerosas ocasiones lo imposible, a la vez que lo bello, empleando una temática recurrente, donde replantea la función de dichos objetos, impregnándolos de ironía y surrealismo. Esta nueva funcionalidad o categoría que adquiere el objeto, es elementos más característico de sus fotografía, haciéndolo fácilmente identificable, una vez que lo conoces.

Sus imágenes son un constante juego entre la similitud y la diferencia, entre que es real y que es realidad sugerida; busca la belleza en los más mínimo pedazos de realidad. Su lenguaje ha ido evolucionando desde que comenzara, aún con presencia humana, en este juego comparativo del objeto encontrado y lo que parece sugerir, para terminar provocando esas similitudes en objetos que él mismo manipula o construye.

Todo un bello universo de surrealismo sugerido, heredado de artistas como Magritte, Man Ray, Dalí, Duchamp o incluso del propio Picasso. Construye toda una poética visual, alrededor de estos objetos imposibles, que quedan impregnados de la magia de un mundo atemporal y asexual, provocando en el espectador muy probablemente la sonrisa.

Un mundo onírico en blanco y negro, de irónicos susurros, de juegos comparativos constante y de apariencias sugeridas, donde él se muestra como el narrador omnisciente y el gran creador de formas cada vez más depurada y poética.

Podríamos decir, por lo tanto, que su trabajo pretende mostrar la apariencia equívoca de las cosas cotidianas después de haber pasado por el tamiz del subconsciente y del mundo de los sueños. Objetos que buscan la sorpresa, lo imposible y la ironía.







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