Bajo tierra,
figuras inquietas deambulan frenéticas
al compás de ritmos metálicos.
Sordos y ciegos, 
viven desiertos
sus pequeñas vidas,
sin habla, andan absortos 
y sólo rotos los grises tonos
por sordos vacíos,
despiertan al compás 
en su extraña danza.
Es maravilloso poder verles,
inertes, ausentes.
Contemplarlos embelesados 
imaginando sus vidas a modo divino,
con su arrítmica música de fondo
que, como una banda sonora,
pone el fin a su día
En el metro Madrid